Prey quizás sea la mejor secuela de Depredador y la razón es que, de las cuatro películas que le preceden, esta es la única que opta por regresar a las raíces engañosamente sencillas del filme original.
Depredador, ¿una película poscolonialista?
Depredador (Predator) es un muy exitoso filme de 1987 dirigido por John McTiernan. Aunque muchas personas apuntan al icónico diseño del monstruo titular como la razón de su éxito, en mi opinión, la calidad del filme descansa en una premisa bastante sencilla, pero a la vez, llena de complejidades intelectuales: ¿qué pasaría si un alienígena se comportara como un “gran cazador blanco” y nosotros fuéramos la presa?
La figura del “gran cazador blanco” tiene sus orígenes en el imaginario que rodea a personajes históricos reales como Alan Black y Frederick Selous. Es decir, hombres blancos de Europa o Estados Unidos que alcanzaron alguna fama por sus viajes a África durante el auge de la dominación colonial, y cuya intención era cazar animales exóticos. Esto sucedió en un momento clave para la “construcción de África” desde Occidente como “el continente oscuro”, un lugar peligroso, pero a la vez, exótico que era habitado por lo que se interpretaban como “seres y culturas primitivas”, para justificar su dominación como una forma de salvarlos.
Este ideario eventualmente constituiría la base de la industria turística que pronto surgiría alrededor de las “naturalezas prístinas” de África, dando cabida a las primeras empresas de safari en 1903. Esta forma elitista de turismo grabaría la imagen del cazador blanco en la memoria colectiva europea, la cual sería luego inmortalizada en los 1950 mediante películas como Safari, Mogambo o The African Queen. Pero también en otros medios artísticos como en la clásica historia corta de Richard Connell: El Juego más Peligroso, la cual trata sobre un gran cazador blanco que es cazado por un aristócrata ruso en una isla del Caribe.
Depredador es básicamente la versión de ciencia ficción-horror de este último relato: ¿qué tal si uno de estos grandes cazadores blancos fuera un alienígena y qué tal si en vez de cazar animales, cazara gente? Y de eso se trata la película, similar a los estadounidenses y europeos que viajan a África con sus armas y trampas, el Depredador llega a la Tierra con tecnología avanzada para acechar y matar a su presa. De igual modo, así como esos cazadores blancos tomaban marfil de los elefantes que mataban, el Depredador también toma trofeos de sus víctimas.
Al lidiar con estos idearios coloniales, Depredador fue también un producto de su tiempo. La trama sigue a un grupo de mercenarios dirigidos por Arnold Schwarzenegger y Carl Weathers, en una misión secreta en Centroamérica durante las guerras civiles de los 1980. De hecho, el filme fue estrenado en el mismo momento en que en Estados Unidos se realizaban las audiencias sobre el escándalo Irán-Contra, en las que se revelaron las actividades moralmente dudosas de ese país en torno al entrenamiento y financiamiento de fuerzas contrainsurgentes en Nicaragua.
Parte de la genialidad de Depredador descansa en estas capas temáticas que entrecruzan la acción. Por ejemplo, igual que el monstruo titular es una presencia alienígena en la Tierra, estos mercenarios son conscientes de que no deberían interviniendo fuera de las fronteras de su país. De igual forma, temprano en el filme, ellos despedazan una base rebelde con despiadada eficiencia, demostrando su entrenamiento y armamento superior. La ironía es que el Depredador será igual de efectivo en desmembrar a este equipo de mercenarios.
Evidentemente, el filme no es una historia desde la perspectiva del subalterno, más bien se ubica junto a otras películas de acción de la década – como el Retorno del Jedi y Top Gun – en tanto esfuerzos de lidiar con las secuelas de Vietnam en Estados Unidos. Así, Depredador es un filme que discute una intervención estadounidense que sale desastrosamente mal; la diferencia siendo que en este caso los protagonistas triunfan porque se apropian de las tácticas de guerrilla de sus antagonistas geopolíticos para vencer a un rival tecnológicamente superior.
El poscolonialismo de Prey
Parte del éxito de Prey es que retoma mucha de esta lógica central de Depredador, pero sin abrumarla con contenido innecesario. La trama es sencilla. Nuevamente, uno de estos cazadores alienígenas llega a la Tierra buscando presas memorables y nuevamente, la historia se enfoca en nuestra heroína, atrapada en el descampado, confrontando a un rival tecnológicamente superior en una batalla por la supervivencia.
Una de las innovaciones es que se cambia el escenario de la aventura, pasando de Centroamérica a mediados de los 1980 a la frontera estadounidense de inicios del siglo XVIII. La historia se centra en una indígena comanche llamada Naru (Amber Midthunder) quien anhela volverse una cazadora y que, para eso, decide embarcarse en un ritual del paso a la adultez basado en cazar algo que la esté cazando a ella.
Aunque el filme está repleto de referencias al original, Prey no sólo busca evocar mera nostalgia. Más bien, hay un esfuerzo profundizar la premisa de que Depredador era un filme sobre los horrores del colonialismo.
Después de todo, los héroes de Depredador son un equipo de operaciones encubiertas cuya misión más amplia es extender la influencia geopolítica de Estados Unidos en Centroamérica. En ese filme, el punto de vista de quienes habitan originalmente el lugar es tenue y reservado al personaje de Anna Gonsalvez (Elpidia Carrillo), la única sobreviviente del asalto al campamento de la guerrilla y quien pasa la mayoría del filme sin agencia como una rehén desarmada.
Así, en lugar de enfocarse en una fuerza externa inmiscuida en los asuntos de otra nación, Prey se enfoca en la población indígena siendo invadida. Repetidamente, el Depredador es asemejado a los colonos franceses presentados en el filme y quienes buscan expandir la frontera hacia tierras indígenas. En múltiples ocasiones, Naru se encuentra con trampas puestas por estos cazadores blancos, las cuales no son disímiles de la tecnología empleada por el mismo Depredador.
Además, en una parte del filme, ella se encuentra con un campo repleto de búfalos desollados. Es una escena que evoca los cuerpos sin piel que cuelgan de árbol en el filme original. Inicialmente, la escena quiere hacernos pensar que fue el alienígena que hizo esto, hasta que Naru descubre un cigarro descartado de los cazadores. El punto es exponer los horrores hechos por el hombre. Así, en esta clara imagen, directamente tomada de la historia estadounidense, se asocia la cacería del búfalo con la invasión occidental de los territorios indígenas y su eventual subyugación. De modo que, igual que The Hateful Eight y The Revenant, Prey enmarca la historia de la frontera no como un lugar de maravillas que puso la semilla para el excepcionalismo estadounidense, sino que como una casa de sustos en que dominó la ley del más fuerte.
En términos de producción, el filme está bien. La película se inclina correctamente por la mesura, la trama sencilla y evitar enfrascarse en innecesaria introspección de la mitología del universo narrativo. Se trata del más corto y barato de los filmes de esta franquicia, cosa que probablemente ayudó dando mayor libertad creativa a sus realizadores, pero también perjudicó en la forma de malas animaciones en computadora de los animales salvajes y otros efectos visuales.
En síntesis
En una franquicia repleta de secuelas desastrosas, Prey triunfa porque opta por reforzar la fórmula sencilla que hizo que el filme original fuera exitoso, al tiempo que ofrece un ángulo fresco a su temática sin comprometer los placeres básicos de su premisa.