The Last Duel o “El Último Duelo” es una película de Ridley Scott que dramatiza los hechos del último “juicio por combate” en Francia. Es decir, el último caso registrado en que un asunto legal fue resuelto mediante una pelea a hasta la muerte entre los querellantes. Vale la pena señalar ésto, porque si bien “el duelo” de que trata el filme es la clave del emocionante desenlace, la gran mayoría de la trama es, en realidad, una historia de crimen a la Rashomon de Kurosawa, en la que los hechos del caso legal de fondo son narrados desde las perspectivas en conflicto de las tres personas protagonistas.

En 1386, Jean de Carrouges (Matt Damon), un recién nombrado caballero de riqueza modesta, es informado a su regreso de la guerra que su esposa, Marguerite (Jody Comer) fue violada por su antes amigo y ahora rival, Jacques Le Gris (Adam Driver), un escudero ambicioso engraciado con el señor feudal de Carrouges y la principal autoridad legal del condado, Pierre d’Alencon (Ben Affleck). Así, dado que es imposible que encuentren a Le Gris culpable, Carrouges organiza una campaña de chismes y alegatos que llega hasta el rey Carlos VI a quien solicita no un juicio legal para resolver el caso, sino que un combate a la muerte, en ese momento una reliquia histórica que técnicamente tiene validez legal siempre y cuando la autorice el monarca.

No puedo referirme confiablemente a la veracidad de los hechos históricos, los cuales imagino cumplen los típicamente inexactos estándares de la película hollywoodiense “basada en hechos reales”. Lo que sé es que el filme está basado en una novela histórica de Eric Jager, la cual pareciera carecer de suficiente análisis de fuentes primarias.

Dicho ésto, el filme es bastante entretenido y, al menos, hace una caracterización bastante decente del contexto sociopolítico de la Francia medieval, especialmente en lo que respecta a la desigualdad social basada en género.

Pero antes de hablar de eso, quizás vale la pena señalar que el último duelo en El Último Duelo es una pieza maestra del sangriento y sucio combate entre dos caballeros medievales. Se trata de una representación carente de toda la gracia y elegancia que otros filmes de la época acostumbran asignar a estos asuntos. Se trata de una escena de combate que se acerca más a lo que yo imagino sucedía cuando dos de estos ‘tanques humanos’ decidían despedazarse mutuamente.

Juego de voces

Esto dicho, el duelo – y las escenas de acción del filme, en general – son meros interludios en lo que esencialmente es un drama histórico y legal, y uno particularmente incisivo sobre su tema de discusión.

Texto y subtexto del filme se centran en explicar cómo las formalidades legales entre cortesanos, la religiosidad y códigos de honor medieval eran no más que una excusa conveniente para una violenta y banal cotidianeidad política de supervivencia y de movilidad social entre la nobleza. Y, dado el artuligio narrativo, terminamos viendo este punto presentado tres veces en diferentes contextos, todos relativos a las experiencias sociales particulares de cada personaje.

En la versión de Carrouge, él se piensa a sí mismo como un justo (y a veces, santurrón) mercenario que confunde su deseo de venganza con justicia piadosa a conveniencia. Lo anterior siempre y cuando le de una excusa de patearle el culo a Le Gris, porque lo detesta desde hace tiempo, al considerarlo un oportunista que tomó ventaja de su amistad con el conde.

Pero, en la versión de Le Gris, Carrouge es un fortachón estúpido, útil en tiempos de guerra porque sus inseguridades pueden fácilmente convertirse en violencia contra el enemigo; pero cuya existencia hay que tolerar a regañadientes en tiempos de paz. Le Gris valora que su intelecto y conocimientos de matemática, lenguajes y literatura lo hicieron artífice de su propio éxito con el conde. Y, por eso, al saber que la esposa de Carrouges es una mujer educada, la considera una cautiva de este bufón analfabeto quien la ve como un medio para tener herederos y reclamar tierra y títulos. Así, Le Gris no puede evitarse “demostrarle” su “amor”, que él considera correspondido.

Importa decir que en las versiones de los dos hombres, ellos mismos no se presentan en la mejor luz. Hay que recordar que los relatos son las versiones de los querellantes en un juicio, por tanto, el punto está en los detalles que cada uno querría maquillar.

Sin embargo, la versión de Marguerite es la que filme presenta como “la verdadera”, i.e.: ambos hombres son unos cabrones. Pero también lo es la sociedad en general, la cual se presenta como una pesadilla constituida sobre la subyugación sexual abierta en que las mujeres son vistas como propiedad humana para ser comerciadas por esposos, padres, la religión y el Estado. En este contexto, es imposible decir si existe tal cosa como el consentimiento para lo que sea, desde el matrimonio hasta el sexo.

De hecho, los relatos de ella y de Le Gris más o menos concuerdan en que sí hubo una violación, la única diferencia es que Le Gris insiste que ella secretamente quería ser violada, por ser él un “mejor” hombre que Carrouges.

De modo que la “carnita” del filme termina siendo esta discusión subtextual que se pregunta cuánto hemos cambiado hoy relativo a los tiempos medievales.

La versión de cada relato esta cuidadosamente construida alrededor de una dimensión legal medieval ligada a las circunstancias socioeconómicas y personales de cada personaje: leyes inmobiliarias y códigos de nobleza para Carrouges, influencia política, moralidad y señores feudales para Le Gris y las desigualdades estructurales y legales que viven las mujeres para Marguerite.

Todo lo cual es sumamente convincente en cada caso; en los primeros dos más en la línea de ofrecer cosas interesantes y anticuadas de este período que ya no existen; mientras que en el de Marguerite es darse cuenta de qué otro montón de cosas NO HAN CAMBIADO: desde médicos y sacerdotes haciendo pronunciamientos infundados de cómo “deberían” las mujeres experimentar su sexualidad hasta páneles de hombres que juzgan que una mujer “buscaba” que la violaran sólo porque enunció comentarios inocentes sobre la apariencia física de su agresor.

En términos fílmicos, es una innovadora ejecución del artilugio narrativo pues no se cae en la trampa de la ambigüedad moral o desconocimiento de los hechos. Más bien, El Último Duelo usa este marco para dar claridad mediante una mirada cínica, aceptando el hecho más evidente de la narrativa, i.e.: en efecto, Marguerite fue violada desde la perspectiva de la víctima, del público y del mismo agresor, al tiempo que hace irrelevantes las reivindicaciones de los dos contrincantes en el duelo. Uno toma la posición de ella porque no hay leyes que le garanticen justicia de otro modo; y esto hace que el artilugio sea más convincente porque no se queda en el culebrón usual de quién hizo qué.

Las actuaciones son buenas. Para este momento, Driver tiene bien manejado el rol del caballero vividor pseudo-filósofo que también actúa como gángster depravado (eso es Kylo Ren en un resumen). Damon vende bien su rol combinando su apareciencia física como luchador libre con su representación de Carrouges como un idiota llorón que incluso en su versión de los hechos se presenta no tanto como un héroe sino que como alguien que quiere que todo el mundo se sienta mal de su propia miseria. Comer asume la gravedad dramática del filme. Pero, el que se roba el show es Affleck, quien asume el rol como el conde despreciable. Curiosamente, el único personaje que sale igual en todos los relatos porque todos, incluso él entienden que se trata de un noble fanfarrón que busca retener el poder suficiente para seguir disfrutando ser una escoria sin tener que pretender no serlo, como sí tienen que hacer los demás personajes.

En general, otro buen filme que fue un desastre en la taquilla porque ahora el mundo sólo ve películas de superhéroes.

8/10