Brenner, N. y S. Elden (2009). ‘Henri Lefebvre on state, space and territory’. International Political Sociology. 3: 353-377.
Lefebvre, H.(2009). State, space, world: selected essays. Editado por: Brenner, N. y S. Elden. Minneapolis: Minnesota University Press.
Siguiendo con la práctica normal de Lefebvre de pensar todo en triadas, Neil Brenner y Stuart Elden escribieron este artículo para explorar los escritos de ese famoso autor en lo que respecta a la relación entre Estado y espacio – o puesto de otro modo, a Lefebvre como un teórico del territorio. Para ello, analizan “tres dimensiones clave de su abordaje del espacio estatal como territorio – primero, la producción del territorio; segundo, las estrategias territoriales del Estado; y 3) ‘el efecto territorial’, entendida como la tendencia del Estado de naturalizar sus propios efectos transformativos en las relaciones socio-espaciales, a través de su forma territorial” (353). Como resulta obvio, su análisis explícitamente depende de la “consideración explícita y reflexiva del territorio como una faceta esencial del espacio estatal moderno” (354).
Los autores argumentan que las contribuciones de Lefebvre pueden ofrecer una salida potencial a la trampa territorial señalada por Agnew. Como recordarán, la trampa territorial es un conjunto de presunciones equivocadas e interrelacionadas sobre el rol del estado en la economía política internacional: “i) que el estado comanda soberanamente sobre su jurisdicción territorial completa, incluyendo los procesos económicos que toman lugar en esos espacios, ii) que la vida económico-política es nítidamente separada en escalas analíticas ‘domésticas’ e ‘internacionales’, y iii) que el estado ‘contiene’ a la economía y la sociedad (o mejor dicho, que la economía y la sociedad están definidas por fronteras estatales)”(354). La forma en que Lefebvre puede ser de utilidad para cuestionar estos argumentos es cuestionar la suposición que rodea los territorios estatales – por lo demás, demasiado extendida en la literatura sobre economía política internacional (EPI).
Sin hacer un examen crítico de estas suposición no interrogadas en EPI y en la teoría de las relaciones internacionales (RI), todo investigador inevitablemente termina perpetuando la noción naturalizada del territorio como algo dado de antemano, en lugar de entender cómo el territorio es producido como resultado de procesos históricos de cambio que involucran relaciones económicas, políticas y socioespaciales. Siguiendo a Joe Painter (2009: 2), para los autores, el objetivo del artículo es ofrecer un abordaje teórico de “(…) la naturaleza del territorio en sí misma – su ser y constitución, y no sus consecuencias y efectos – los cuales continúan siendo muchas veces sub-teorizados y tomados por sentado”.
Con este fin, los autores primero explican cómo la noción de Lefebvre al respecto del espacio abstracto se puede considerar como un medio y un producto de no sólo relaciones sociales capitalistas, sino que de la formación misma del estado. El espacio abstracto, recordarán del artículo de Vandergeest y Peluso (1996), es una matriz de organización socioespacial que es producida y regulada por el Estado. Su más importante característica es la capacidad de hacer ver al espacio como homogéneo y carente de diferencias, i.e.: como una tabula rasa que “destruye sus condiciones históricas, diferencias internas y emergentes, con el objetivo de imponer una homogeneidad abstracta” (Lefebvre, 1991: 370).
En este caso particular, el espacio abstracto es el proceso que produce tanto un estado espacializado como una economía capitalista espacializada. “De esta manera, el espacio abstracto permite el cálculo económico racional y continuo en las esferas de producción e intercambio, así como un control abarcador que favorece el arte de gobernar” (358). Como Lefebvre lo hubiese puesto, la expansión capitalista y los objetivos de control político estatal están, ambos, basados en un proceso de homogeneización, fragmentación y jerarquización estatal.
Ahora bien, esta idea del espacio estatal como territorio está construida sobre los comentarios de Lefebvre sobre la trinidad marxista (i.e.: tierra-trabajo-capital). Vale la pena decir que el autor comprende el concepto ‘tierra’ tanto en términos de sus componente naturales (e.g.: agua, recursos naturales sobre y debajo del suelo), pero también en su articulación espacial con el Estado. Brenner y Elden explican:
El análisis de Lefebvre de la tierra-como-suelo informa su crítica del liberalismo clásico (…). Esta tradición, argumenta Lefebvre, destruye la diversidad territorial de la tierra controlada por el Estado concibiendo a las instituciones estatales no sólo como extra-territoriales, pero como ‘no territoriales’. Dentro de este marco, un asunto fundamental como la extensión espacial de la ley o de la soberanía estatal, termina siendo consistentemente subvalorado; se presume, pero sin interrogarlas propiamente, tal y como sucede en la famosa definición de Max Weber del Estado moderno” (362)
En este sentido, los autores señalan que el territorio nacional “resulta de una articulación históricamente específica y mutuamente transformativa entre el Estado, los procesos continuamente contendidos dentro suyo y la tierra o suelo en el que éste habita, es dueño, controla y explota” (362). Lo que de otro modo sería decir, que estado y territorio interactúan en una forma que les permite ser mutuamente constitutivos. No hay Estado sin territorio y concomitantemente, no hay territorio sin un Estado: el territorio es la forma política del espacio producido por y asociado al Estado moderno. Este punto está bien apoyado por la idea de Lefebvre sobre geografías de espacio estatal a nivel local, escalar y ambiental, todas las cuales presuponen que el territorio tiene un rol como sitio, medio y resultado del gobierno estatal (365), pero cabe la pregunta: ¿son todos los territorios habidos y por haber, espacios estatales?
En estos términos la conclusión de los autores es que para Lefebvre, el territorio siempre está siendo producido y reproducido por las acciones del Estado y a través de la lucha política que toma lugar en éste, y que, al mismo tiempo, en el mundo moderno, el territorio también se vuelve un condicionante de las operaciones estatales y de los esfuerzos para confrontarlas. De esta forma, uno podría decir que hay una hipercomplejidad en el espacio social que termina haciendo que todos los espacios sociales, hoy por hoy, son producidos por elementos e ideas de estatalidad (incluso aunque el estado sea sólo un referente de cómo el espacio resulta constituido de manera diferenciada).
En fin, el artículo usa un espacio importante para hablar de cómo el territorio es producido en dimensiones simultáneamente percibidas, concebidas y vividas; cosa que se ejemplifica con el caso de la frontera entre Israel y Palestina (de paso, recomiendo revisar el libro ‘Hollow Land: Israel’s Architecture of Occupation’ de Eyal Weizman, para tener un buen ejemplo de este marco analítico en movimiento). Esto está bien, pero el problema del artículo es que tiende a concentrarse en los ‘límites’ del territorio, y no en las cualidades ‘internas’ del mismo. Lo interesante sería ver no tanto como se ve una región de frontera, sino que como se constituye el territorio para gobernar, es decir, cómo es que el estado importa – a través del territorio – en la vida cotidiana de la gente.
En otras palabras, mucho del análisis que me interesa a mí tiene que ver con la idea de las estratégicas espaciales que los Estados aplican en el territorio y que aquí se interpretan genialmente en este párrafo:
“Dentro de este marco conceptual, las estrategias espaciales representan poderosos instrumentos de intervención para todas las fuerzas sociales y políticas relacionadas con la movilización del poder estatal como un medio para la reorganización de las relaciones socio-espaciales (Brenner, 2004). Más crucialmente, el análisis de Lefebvre sobre la política del espacio sugiere una base provechosa para extender la concepción del espacio estatal como territorio, tal como ha sido introducido con anterioridad. Éste genera una perspectiva analítica desde la cual investigar cómo es que los espacios territoriales heredados de rondas previas regulación estatal, acumulación capitalista y confrontaciones políticas son continuamente apropiadas, retejidas y transformadas por diversas estrategias, tanto institucionales como extrainstitucionales, a lo largo de un rango de sitios y escalas geográficas” (368).
Considerando que el “estado hace sus propios territorios, no sólo en las circunstancias que han escogido, pero en las que le han sido dadas y heredadas”(367), es importante reconocer este aspecto. Los estados siempre están imbuidos en una política del espacio que refieren a que la organización socio-espacial siempre es cuestionada en sistemas capitalistas modernos. De forma que este concepto no debe ser entendido en abstracto, sino que reconociendo la especificidad e historial de de los regímenes capitalistas en cuestión.