Peluso, N.L. (2005). ‘Seeing property in land use: local territorializations in West Kalimantan, Indonesia’. Geografisk Tidsskrift. 105: 1-16.
Siguiendo en el debate entre espacio abstracto y espacio local y vivido, tenemos otro artículo de Peluso. Aquí, ella describe cómo los procesos de territorialización no son únicamente el resultado de reclamos por tierra y recursos del estado, sino que también de comunidades locales y organizaciones no gubernamentales.
Como Peluso y Vandergeest habían dicho antes, territorialización es el proceso por medio del cual se crean y mantienen espacios geográficos a través de los cuales se busca ejercer un control sobre las prácticas sociales y las personas que los ocupan, y donde este control está implícito en la distribución de derechos de uso y acceso a recursos naturales. En particular, la territorialización interna se enfoca en la forma en que la territorialización se ejerce por medio de agencias estatales e instituciones, precisamente, en explicar cómo las prácticas espaciales de la administración civil (i.e.: zonificación de usos de suelo, distribución de jurisdicciones, etc.) ayuda a constituir y consolidar el poder estatal sobre esos recursos. O, en otras palabras, se trata de ver cómo es que el estado busca ser visto, y cómo y por qué otros actores se relacionan y aceptan ese poder por diferentes razones. Hay que recordar que la territorialización, para estos autores, siempre es un esfuerzo basado en ‘incluir o excluir’ gente en referencia a recursos y por eso es que el uso de límites es fundamental.
Lo que aporta este artículo es una visión alternativa de cómo sucede este proceso. Peluso argumenta que la territorialización estatal no es un proceso que sucede automáticamente, al contrario, es un proceso fuertemente contendido y, en cierto modo, influenciado por las demandas y acciones de individuos, comunidades y otros grupos sociales que también buscan ejercer cierto grado de autoridad, jurisdicción y control sobre los recursos, a veces, a costas del mismo estado. Esto significa que incluso los reclamos locales a tierras pueden ejercer cierto grado de poder, sin que ello implique la autoridad que ejercen los gobiernos nacionales. De hecho, se conoce de una amplia literatura que discute cómo prácticas históricas locales buscan ‘disciplinar’ y ‘regular’ usos particulares de los recursos naturales en un grupo social, y que a menudo resultan ser ignoradas por el estado, derivando en conflictos sociales (i.e: conflictos de este tipo constituyen gran parte del trabajo realizado sobre ecología política a nivel global).
En especial, Peluso discute la importancia del contramapeo como una de las estrategias clave en estas territorializaciones locales. Esta es una práctica que se ha vuelto muy común en muchísimos lugares, en especial en el Sureste Asiático (donde Peluso y otros han hecho gran parte de su trabajo). Básicamente consiste en elaborar mapas que visibilicen los usos de recursos de comunidades que existían previo a las disposiciones estatales que hicieron estos asentamientos o sus usos ilegales, como parte de las nuevas estrategias de conservación forestal. Visibilizando estos usos, estos mapas se vuelven mecanismos de gran utilidad política para que esas demandas ganen legitimidad y contradecir el lenguaje de derechos de propiedad y reclamos territoriales que usa el estado (y que asimismo se fundamenta claramente en el uso de mapas también).
Aunque este artículo hace un trabajo interesante de voltear el concepto de territorialización sobre sí mismo, creo que pueden siempre cuestionarse los alcances tan optimistas que Peluso hace del contramapeo. La razón es que en esencia, lo que se defiende con esta técnica son espacios abstractos alternativos que siempre se deben leer en términos de códigos de propiedades y límites. Es decir, son reclamos que inadvertidamente, concluyen convergiendo con la misma lógica argumentativa de la política territorial que el estado utiliza. Ciertamente, no es una herramienta que debe ser cuestionada así como así, y creo que tiene un potencial grande como mecanismo liberador y constructor de nuevos significados sobre tierra, poder y territorio, pero, en el marco de la apropiación del concepto de ‘territorio indígena’ por parte del multiculturalismo neoliberal, me pregunto sobre sus potenciales alcances.