Parque Jurásico es la franquicia que mejor sirve de ejemplo para explicar la ley de los rendimientos decrecientes. La película de 1993 es un clásico del cine estadounidense, una de las mejores producciones de Spielberg (lo que es decir mucho), un hito para el desarrollo de la industria de efectos especiales y un éxito de taquilla. No obstante, las secuelas han sido obras de menor calidad artística, menos innovadoras y, definitivamente, menos exitosas. Mundo Perdido (1997) tiene asombrosas escenas de acción incrustadas en una triste y odiosa trama; y Parque Jurásico III (2001) es una película tipo B que apenas cumple con lo que se le demanda. Ahora tenemos a Mundo Jurásico, una película que apuesta a ser una secuela tipo Aliens (1986), es decir, una versión, más espectacular, más grande, más rápida, más violenta y menos comedida de la versión original. Se trata de una cinta que intercambia la construcción gradual del suspenso de Parque Jurásico por acción implacable. Eficiencia y velocidad pueden ser buenas facetas ocasionalmente, pero no cuando la película se olvida de hacer un buen primer acto.
La incapacidad de autocontrol de Mundo Jurásico es decepcionante, sobre todo considerando la premisa tan interesante de la cinta. Verán, décadas después del desastre de Parque Jurásico, la famosa reserva biológica de la Isla Nublar ha sido adquirida por un extravagante millonario indio, quien la ha convertido en un destino turístico de lujo. Queda claro que su objetivo no es desarrollar un parque natural de alto ingreso, sino que algo más parecido a Sea World/Busch Gardens; aunque siempre siguiendo la mentalidad de ‘no escatimar en gastos’ y proveer una experiencia inolvidable para el turista, de la que tanto hablaba John Hammond en la primera película. Es decir, Mundo Jurásico apuesta a ser una reserva natural de dinosaurios y no de ganancias…
… pero, está claro que InGen, la empresa de este millonario, sí está aquí para hacer plata. El filme parte de la idea de que la clave para generar más ganancias implica travesear el ADN de los dinosaurios para hacer versiones más grandes, atemorizantes y atractivas que puedan mantener la atención de un público hastiado. El prototipo de esta nueva camada de monstruos genéticamente modificados es el Indomitus Rex – un híbrido entre muchas especies de dinosaurios y reptiles (pero que en esencia es un tiranosaurio pero con brazos utilizables). Pues resulta que sus creadores se dan cuenta demasiado tarde que este i-Rex es un animal lo suficientemente inteligente como para escapar de su jaula y poner en riesgo a todos los visitantes de la isla. Particular atención se centra en el destino delos dos blandos y poco interesantes jóvenes sobrinos de Claire (Bryce Dallas-Howard), la jefa de operaciones del parque, quien también es un personaje poco memorable.
La mediocridad de los personajes sería un problema serio de la cinta, si no fuera porque el equipo de Mundo Jurásico también incluye a Chris Pratt como Owen Grady, quien básicamente interpreta al ser humano más grandioso del planeta. En esencia, Grady es un collage ambulante de memes de Chuck Norris que ha adquirido inteligencia propia: un ex-soldado de las Fuerzas Especiales gringas que usa su tiempo libre para arreglar motos, en una casa móvil muy chuza localizada en las zonas silvestres del Parque; pero que también es un experto en superviviencia y amante de los animales salvajes, al punto de que ha amaestrado a un grupo de velociraptors y que constantemente insulta a su jefe por no ser lo suficientemente respetuoso con ellos. Aunque hay que ver la secuela para confirmarlo, estoy seguro que Grady cura cualquier tipo de males con sólo la mirada.
En cualquier caso, Owen Grady está en la cinta como una suerte de César Milán pero para velociraptors. Su jefe es un sucio ejecutivo de InGen (Vicent D’Onofrio) quien está en la cinta como parte de un proyecto secreto de la empresa que involucra al científico principal de la empresa (B.D. Wong), y cuyo único fin es plantear, de forma nada sutil, la premisa de la próxima cinta. Esta parte de la trama está tan desconectada de las ideas y lógica del filme que haberla hecho una parte tan explícita de este filme se siente como el resultado de cambios de guión implementados a la carrera. Creo yo que el objetivo era justificar los motivos detrás de darle tantos poderes especiales al Indomitus Rex… poderes que, de paso, son contrarios al objetivo mismo de hacerlo una atracción turística (por ejemplo, la capacidad de mimetizarse con el ambiente que lo rodea). En todo caso, esta conspiración se siente casi copiada a Alien en el sentido de que InGen (en reemplazo espiritual de Weyland-Yutani) quería que esta desgracia pasara como parte de una maquiavélica estrategia de negocios que involucra a estas nueva criaturas.
En fin, el escenario de la cinta es claro: el Indomitus Rex está alborotando la isla entera y amenaza con las vidas de un montón de turistas en el resort, y al menos dos güilas en la jungla. Razón por la cual Owen, Clarie y eventualmente el equipo de velociraptors entrenados de Owen, se reúnen para salvar el día. En el curso de la trama, la cinta se dedica a ofrecernos todo tipo de caos en la forma de estampidas, ataques sorpresa, batallas con las fuerzas paramilitares de InGen (porque esa empresa no se anda en mierdas cuando hay que controlar a estos animales) y un ataque de terodáctilos sobre turistas que se ve como palomas sobre una pieza de pan en la Plaza de la Cultura. Todo lo anterior básicamente sirve para ofrecer un final que creo que debería recibir el Oscar por “absurda escena de acción hecha sólo para satisfacer a fanáticos de la franquicia”.
Con todo esto dicho, la cinta presenta un astuto sentido de autocrítica. Numerosas escenas de Jurassic World parecieran haber sido diseñadas como versiones más grandes, llamativas y chabacanas de las secuencias más majestuosas y conocidas del filme original. Esto pareciera estar relacionado con una historia que se centra en ver cómo despiadados empresarios convierten milagros de la naturaleza, la ciencia y la tecnología en oportunidades de mercadeo, de paso trastocando las fibras de su servidor: un investigador académico que estudia cómo recursos naturales bajo conservación ambiental son transformados en espectáculo turístico para ser comerciado. Y si piensan que estoy leyendo demasiado contenido temático uno de los tipos buenos es un técnico de computación que va al trabajo con una camisa de Parque (y no Mundo) Jurásico, tiene dinosaurios de juguete para adornar la compu y pasa quejándose de cuánto Mundo Jurásico ha abandonado la visión naturalista de Hammond, a cambio de la actual, totalmente saturada de marcas de empresas transnacionales (e.g.: el nombre oficial de la atracción del Indomitus Rex es ‘Verizon Wireless presenta al Indomitus Rex’). La verdad es que estos temas me dieron para pensar, por lo que me agüevé un poco más que decidieran meterlos en el contexto de una trillada historia de un parque de diversiones en situación de desastre.
Paralelo a esto, quizás otro problema de la cinta es que no queda muy claro cuánto de lo que se ve aquí es parte de ese abordaje ‘deliberadamente despreocupado’ de la cinta en comparación con chambonadas de producción. Por ejemplo, el Indomitus Rex no es un dinosaurio tan atemorizante por lo que, me pregunto: ¿cuánto de esto es un mal diseño gráfico de este animal y cuánto es un esfuerzo deliberado de comentar sobre campañas de mercadeo mal planeadas? ¿son los personajes de Howard y Pratt tan unidimensionales porque el director Colin Trevorrow está burlándose de los roles que aparecen típicamente en estas películas; o se trata de errores derivados de un mal guión? La verdad es que no tengo respuesta sobre ambas cosas, y eso es lo que hace que me sienta un tanto dividido por esta película.
Creo que podría concluir diciendo que mucho del disfrute que ustedes podrían obtener de Mundo Jurásico depende de cuáles sean sus intenciones y expectativas. Yo fui a ver esta cinta buscando escenas de acción protagonizadas por dinosaurios, y eso es algo con lo que esta película está totalmente comprometida. Sin embargo, también se trata de una película tipo B que frecuente y deliberadamente manda a la mierda cualquier pretensión de hacer sentido o seguir las reglas básicas de construir un buen guión, a cambio de justificar descabelladas escenas de acción al estilo de Pacific Rim. De forma que, tenemos aquí una nueva versión de la deliciosa receta que Spielberg creó hace más de veinte años, y que ni siquiera él pudo replicar. La versión que Trevorrow nos ofrece hoy ha sido sazonada con un estilo de producción más intenso, pero menos pensante, y quizás con demasiada nostalgia. Es mejor que las otras secuelas, pero jamás será superior que la versión original.
6/10 – Regular
Director: Colin Trevorrow. Guión: Rick Jaffa, Amanda Silver, Derek Connolly y Colin Trevorrow. Fotografía: John Schwartzmann. Edición: Kevin Stitt. Actuación: Bryce Dallas-Howard, Chris Pratt, Vincent D’Onofrio, B.D. Wang, Ty Simpkins, Nick Robinson y Omar Sy. Distribución: Universal Pictures. País: Estados Unidos. Duración: 124 minutos.