Algunas personas han argumentado cierto cansancio con las películas de superhéroes que ahora parecieran dominar las mega-producciones del verano boreal. Si bien yo no estoy cansado aún, quizás su hastío tenga algo de razón.

¿Saben qué es lo que sí me tiene agotado? Las películas de ciencia ficción distópica para jóvenes adultos (e.g.: INSURGENTE, MAZE RUNNER, THE GIVER, y, en menor medida, THE HUNGER GAMES). De veras uno llega a sentirse algo fatigado con cómo estas películas parecieran estar dispuestas a no querer innovar ni siquiera un poquito. Todo siempre es lo mismo: la historia de una sociedad anti-utópica repleta de clichés fílmicos que reflejan la organización social de un colegio gringo, y en la que un(a) ansioso(a) adolescente que no calza bien en dicho contexto se convierte en líder revolucionario como resultado de ello. No es que todas esas películas me desagraden, ¡pero sí me incomoda que todas sean tan, pero tan GENÉRICAS!.

Pues bien, ¿alguna vez han contemplado qué sería si una de esas películas contratara a buenos actores en lugar de los güilas desconocidos que siempre usan? O, ¿si en lugar de ofrecer sagas aburridas porque nada realmente sucede sino hasta la cuarta película, hicieran toda la historia en un sólo y fantástico peliculón?

Pues bien, en 2002, alguien hizo exactamente eso. Puede que pocos de ustedes la hayan visto… de hecho, eso es lo más probable (si partimos de la taquilla recaudada), pero el nombre de esa película es EQUILIBRIUM (y está disponible en Netflix).

¿La trama? Estamos en el futuro y el mundo se fue a la mierda. Ahora todos vivimos en un estado fascista. Sin embargo, lo que distingue a esta anti-utopía particular es que en algún momento se decidió que la mejor forma de controlar las tendencias destructivas de la población era forzando a la gente a tomar medicamentos que eliminan todo tipo de emociones. Es decir, la idea de fondo es que si nadie ‘siente’ nada, entonces no habrá incentivos que nos impulsen a actos violentos producidos por nuestros odios, disgustos, envidia o tristeza. Tampoco extrañaríamos sentirnos felices, porque nadie sabría qué es ser feliz. Y tampoco se sentiría empatía por la gente que el Estado persigue y ejecuta en razón de no querer  tomarse su medicina. En esencia, es una película basada en la noción de convertir a todo el mundo en piezas insensibles del aparato estatal de una forma tan integral, que todos reflejaremos la uniformidad y naturaleza calculadora de esa institución.

Asimismo, en esta sociedad se ha decidido que los libros, juguetes, arte, películas… todo lo que pueda provocar una emoción en la gente, sea destruido en el proceso. Para quien diga que esto es THE GIVER (el libro, no la película), yo diría que sí… aunque  la diferencia es que aquí el tema no es tratado de forma tan esotérica. Se plantea con extrema claridad que las drogas sólo adormecen las emociones y no las destruyen; y que la ciudadanía hace mucho del trabajo de oprimirse o disciplinarse a sí misma, tratando de no expresar emociones e intentando detectarla en amigos y vecinos. Esto me parece el fundamento para un buen suspenso, y que decir de una observación muy bien apuntada de algunos de los rasgos negativos de la conducta humana (y de cómo funciona el poder político en la sociedad).

En cualquier caso, perseguir a estos ‘criminales del sentir’ es la potestad de una fuerza especial de policía llamada ‘Clérigos del Grammaton’, que es, de paso, una de las ideas más interesantes de la película. La razón es que estos maes son cero emoción y pura lógica, por lo cual  sería razonable pensar que estas fuerzas policiales – de paso, la representación más perfecta del poder coactivo del Estado – tendrían un buen conocimiento de matemática aplicada. Así las cosas, estos Clérigos básicamente utilizan sus conocimientos de física, cálculo de probabilidades y el principio de incertidumbre para predecir los patrones de ataque de sus oponentes, lo cual es una idea interesante… si bien poco explorada en ciencia ficción.

En términos dramáticos, esto se traduce en una película que se da el lujo de desarrollar batallas  altamente coreografiadas y en las que no importa la falta de realismo, pues la presunción es que los Clérigos están simplemente anticipando las acciones de sus contrincantes.

Todo esto es potenciado con el Gun-Kata, la técnica de pelea utilizada por estos Clérigos, y de paso la segunda idea interesante propuesta por Equilibrium. Se trata de un arte marcial diseñado para usar todo el potencial letal de las armas de fuego. No puedo hacer justicia a cuán chuzo se ve ésto en la cinta, así que vean este vídeo (de paso, spoilers y todo eso…)

Pues bien, el héroe de la historia es Christian Bale como Don Preston, el mejor de todos los Clérigos. Él ha sido emocionalmente suprimido al punto de que ni siquiera le importó que el gobierno secuestrara y asesinara a su esposa. Se trata de un cabrón tan frío que le es indiferente asesinar a su compañero policía… aunque vale la pena decir que él es interpretado por Sean Bean, por lo que era factible que muriera de alguna forma en el curso de la cinta. La cosa es que un día, Preston pierde sus medicamentos, no puede tomarse la dosis a tiempo y de pronto se vuelve un osito cariñoso que opina que el atardecer, los perritos y la música son las cosas más lindas del mundo. Eventualmente, empieza a cuestionar todo lo que antes creía, mientras mantiene con dificultad la compostura frente a su nuevo compañero (Taye Diggs) y se enamora de Emily Watson, quien es una líder de la resistencia pro-emociones.La cosa es que gradualmente Preston se vuelve parte de la resistencia.

Todos estos cambios suceden muy rápidamente, pero hay que tener en cuenta que los personajes de EQUILIBRIUM funcionan más como figuras simbólicas, dentro de una película cuyo mensaje es más metafórico que otra cosa. Además, el contenido dramático comedido tiene sentido dentro del universo de la cinta. Recuerden, si alguien aquí se sentara a hablar de cómo se siente correría el riesgo de que lo incineren. Obviamente, hay otros giros en la trama que van en la línea de quién manipula a quién y por qué, pero yo no voy a arruinar esas sorpresas.

Lo que sí creo es que la película vale la pena, especialmente en vista de cuán coherente es la trama en un nivel lógico, y a pesar de lo compacto de la historia en términos de tiempo. La anti-utopía debería ser metafórica por naturaleza, y las metáforas son más sólidas si se mantienen lo más sencillas posibles (digo, para que todo el mundo entienda cuál es el punto). Si hay algo que odio de las anti-utopías juveniles de ahora es que esas películas disfrutan dándole largas a su más que sencillo punto, usando inacabables secuelas y volúmenes literarios, básicamente porque así es como se puede ordeñar una franquicia por más plata. En cambio, Equilibrium llega, cuenta su historia, y dice lo que tiene que decir sobre el conflicto entre garantizar el orden social y defender las libertades individuales… y eso sin quitar tiempo para escenas de Gun-Kata con Christian Bale. Denle un chance, creo que la disfrutarán…

7/10 – Buena

Director: Kurt Wimmer. Guión: Kurt Wimmer. Fotografía: Dion Beebe. Edición: Tom Rolfe y William Yeh. Actuación: Christian Bale, Taye Diggs, Sean Bean, Emily Watson, William Fichtner y Angus Macfadyen. Distribución: Miramax Films. País: Estados Unidos. Duración: 107 minutos.