Bueno, estoy otra vez de vacaciones y eso significa que puedo dedicarle algo de tiempo a este blog y justificarme seguir pagando por el dominio. También significa que tengo unas tres semanas para ponerme al día con una buena cantidad de películas que no vi en el año y dar mis impresiones. 

Entonces, procederá así, haré un par de críticas más extensas para los filmes que me parecieron más completos y luego una tabla con impresiones cortas de los demás.

Empezamos con Killers of the Flower Moon (2023). Este filme es la última producción de Martin Scorsese, uno de los cineastas más reconocidos de Estados Unidos. Por sí sola, la película transita en la frontera entre múltiples géneros fílmicos – westernthriller criminal, romance, tragedia, etc. – al tiempo que narra “en miniatura” una historia de la “frontera” estadounidense. Básicamente, es una película sobre la extensa y metódica serie de asesinatos perpetrados por colonos blancos de (mayoritariamente) mujeres indígenas acomodadas para hacerse con los derechos y la riqueza obtenida del petróleo en el condado de Osage en Oklahoma durante los 1920. 

¿Típico Scorsese?

Casi todas las películas de Scorsese tratan sobre la interconexión que existe entre la masculinidad y el capitalismo. La discusión sobre lo primero quizás sea lo más notable de su filmografía y es más que evidente en películas como Taxi Driver, Raging Bull, Godfellas, The Departed y The Wolf of Wolf Street. Y, al menos desde los 1990, su atención ha venido pivoteando a comprender como la cultura estadounidense – y la masculinidad, en particulada, moldea y es moldeada por el capitalismo, cosa que es visible en Casino, El Aviador y, otra vez, El Lobo de Wall Street. Dicho esto, la discusión sobre raza ha sido abordada con muchísima menos atención en sus filmes, todos los cuales, si bien acostumbran centrarse en personas que existen “al margen” de alguna subcultura estadounidense, rara vez se alejan de ofrecer una perspectiva distinta de la experiencia de personas blancas en Estados Unidos. 

No estoy diciendo que sus filmes omiten esta discusión. A fin de cuentas es un elemento central del climax de Gangs of New York, el cual toma lugar durante los disturbios por el reclutamiento forzado durante la Guerra Civil en 1863. Eso sin contar que el trasfondo del filme son los conflictos por nativismo en Estados Unidos y cuya base es la idea de que hay diferentes niveles de “blanquitud”, lo cual es una invención que sirvió como un argumento racialmente cargado para que sectores conservadores justificaran la opresión y exclusión de inmigrantes europeos a Estados Unidos durante el siglo XIX. Sin embargo, creo que no me equivoco al decir que Killers of the Flower Moon es quizás la primera vez en que Scorsese se lanza a poner el tema directamente en el centro de la larga discusión suya con esas otras dos fuerzas, y en este caso lo hace viendo la experiencia de la población indígena estadounidense en el marco de la violencia de la colonización de la frontera a inicios del siglo XX. 

Con todo esto dicho, el filme es típico dentro del contexto de la obra de Scorsese. Su atención se centra en las ansiedades masculinas. Sus personajes masculinos son tipos inseguros que emplean la violencia como una forma de lidiar con dichas inseguridades. En este caso, mucha de inseguridad tiene que ver con su posición percibida como subalterna. En esta historia las mujeres indígenas con las que se casan son quienes ostentan la riqueza y el poder político. Así, los matrimonios se presentan – surgidos de dichas inseguridades masculinas – como un esfuerzo de que estos hombres reclamen algo de ese poder para sí mismos y en todo el relato esta percepción de “desbalance” es lo que perpetuamente les hace sentir incómodos.

Esta definitivamente es la historia de Bryan (Scott Shepherd), uno de los sobrinos de King Hale, quien se casa con Anna (Cara Jade Meyers). Él vive incómodo de la forma en que ella acostumbra hacer despliegues ostentosos de su riqueza y de su poder sobre él y por eso busca compensar, proyectando de algún modo su influencia sobre otros. Por eso asalta sexualmente a la niñera (Sarah Spurger) y conspira para asesinar a Anna. El término squaw men es susurrado como un insulto en las conversaciones entre estos maridos que dependen del sustento que proveen sus esposas. La implicación es que para ellos estos matrimonios son una forma de emasculación. 

El personaje principal – Ernest (Leonardo DiCaprio) – no se salva de esta representación. Él es el hermano de Bryan y se casa con Mollie (Lily Gladstone), la hermana de Anna, después de algún tiempo de trabajar como su chofer personal. Él comienza poco entusiasmado de participar en la conspiración de Hale, pero se involucra una vez que descubre que una de las víctimas – Henry Roan (William Belleau) – fue el primer esposo de Mollie. Después de eso, se vuelve parte activa de los asesinatos como forma de eliminar a los posibles herederos de la riqueza de la familia de su esposa.

Integrando más elementos a la fórmula

Me parece que esta película – aparte de ser lo normal de Scorsese – también es una crítica interesante a la problemática forma en que Hollywood apostó por representar a las poblaciones indígenas desde los 1990. Quizás el filme que mejor encapsula esta tendencia es Dances with Wolves, un neowestern que, junto a otros filmes de esa época (e.g.: Unforgiven y The Last of the Mohicans) intentó abordar lo que hasta ese momento era una pésima representación de estas poblaciones en filmes, pero cometiendo errores capitales en el proceso. Sí, fueron películas que ofrecieron una perspectiva más humanizada de esas poblaciones, pero lo hicieron basados en una perspectiva firmemente centrada en historias de personas blancas que resultaban “adoptadas” o “admitidas” a las comunidades indígenas. El resultado fue estas películas torpes e incómodas que a menudo se veían como fantasías románticas de un sector de la población blanca en Estados Unidos que quiere reconocer las injusticias cometidas contra la población indígena, pero sin abandonar el marco discursivo que posiciona a esa gente blanca como los héroes de dichos relatos. 

Y aquí es donde Killers of the Flower Moon se separa y critica esta idea. El filme es sobre la misma situación, hombres blancos que son admitidos en (o adoptados dentro) de la comunidad indígena osage mediante el matrimonio. Pero, lejos de ser un acto heróico, la función central de estas uniones es la usurpación y el despojo. Su entrada a la comunidad es un acto de violencia y opresión. Porque, verán, el plan maestro de los villanos en esta película – dirigidos por William King Hale (Robert de Niro) es que mediante el matrimonio de sus sobrinos con estas mujeres indígenas y el subsecuente asesinato de éstas, él y su prole puedan hacerse con los derechos a la tierra y, sistemáticamente, robarle a los indígenas sus derechos sobre el petróleo recientemente descubierto en el territorio. 

Más que cualquier otro género fílmico, el western está firmemente ligado con ideas sobre la masculinidad blanca estadounidense. Por eso es que esfuerzos por “interrogar” o “cuestionar” ese género – como The Power of the Dog – son tan convincentes. Killers of the Flower Moon hace un esfuerzo en esa dirección. King Hale es el dueño de un rancho ganadero, quizás una de las imágenes más potentes del poder masculino en este género. El mismo Ernest llama a su primer hijo con Mollie “Cowboy”, como si quisiera invocar ese estereotipo de individualidad y masculinidad ruda, a pesar de ser él mismo y los demás conspiradores, hombres visiblemente débiles y cobardes.

Pero también, debe recordarse que el western es un género fílmico fuertemente ligado con la marcha del capitalismo en Estados Unidos. Osage County – nos dice el filme al principio – fue la región más próspera de ese país durante los 1920, producto del descubrimiento del petróleo. En efecto, la conspiración en contra de las poblaciones indígenas beneficiarias fue más que todo de naturaleza financiera. Para King Hale, ese es el beneficio fundamental por obtener, tanto así que él incluso adquiere seguros sobre la vida de las personas que el manda a matar con la intención de cobrar sus pólizas. En sus propias palabras, “(n)osotros mezclamos a estas familias (…) para que el dinero de la propiedad fluya en la dirección correcta, hacia nosotros”. 

La distinción con otros filmes de Scorsese es la manera en que esta exploración mutua de masculinidades y capitalismo se vincula con el racismo sistémico. Killers of the Flower Moon es un filme sobre el proyecto de un grupo de colonos blancos para asesinar a la población indígena de su comunidad. En la película, el sexo, tanto como las armas y el asesinato, son herramientas de la limpieza étnica de este lugar, pues la intención expresa de los villanos es borrar el legado de los osage por medio del matrimonio y la genealogía. Constantemente en el filme, los familiares blancos de estos nuevos matrimonios valoran los tonos de la piel de los niños y ponderan quiénes podrían ser vistos como blancos y quiénes no.

Aunque se trata de un filme sobre algo que pasó hace cien años, su mensaje resuena hoy. En particular, creo que esta película entiende mejor que nadie que estos movimientos por la supremacía blanca de hoy están frecuentemente asociados con ansiedades modernas sobre la masculinidad y la impotencia. Quizás sea por eso que hoy personas que comparten esas creencias emplean el concepto “cuck” como un insulto de la misma forma que los hombres del filme usan “squaw men”. Es un término que implica este miedo existencial de estos nuevos hombres racistas de su desplazamiento vía la reproducción sexual. Sin duda es el miedo que informa las estúpidas conspiraciones de esa gente con teorías desbancadas hace décadas sobre un “gran remplazo” y la obsesión constante con el carácter racial de las tasas de natalidad. 

Esta película entiende bien la intersección diacrónica que yace entre el hoy y el ayer de su trama. A pesar de insistir en que todo el mundo lo llame “Rey” (“King”), Hale no tiene herederos masculinos. Su conspiración se centra en Bryan y Ernest, sus sobrinos. Hale habla el lenguaje del supremacismo blanco moderno, con advertencias de cómo “(d)ebemos tomar control de nuestro hogar”, e informado por la propaganda racista sobre los riesgos del reemplazo racial; y así, recurre constantemente a la ansiedad masculina de que la genealogía de su familia no sobreviva. Es un truco retórico de esta forma de populismo emplear la fórmula de la “proyección”, es decir, acusar a un supuesto enemigo de los pecados propios. 


Killers of the Flower Moon entiende perfectamente bien lo anterior. Es una película sobre el supramacismo blanco y la forma en que se enraiza en la inseguridad masculina. El lenguaje y el subtexto sexual empleado por estos nacionalistas blancos constituye la forma en que se realiza esta proyección. King Hale es un genocida, que planea destruir a la población indígena osage  a través de la violencia, pero mediante el sexo. Hale busca destruir a esta población y su cultura despojando y desplazando a sus hombres y casándose con sus mujeres. Es una forma interesante y detallada de analizar el evento siendo explorado y otra obra maestra de un director emblemático del cine estadounidense.