Yo disfruté ver CHAPPiE, pero no puedo negar que salgo con la impresión de que el director Neill Blomkamp pareciera ser hoy una víctima de la teoría de autor, i.e.: el ideal romántico de que cineastas visionarios deberían ser libres de ejecutar dicha visión sin que se le impongan límites. Ciertamente, él es un director capaz de crear mundos asombrosos y comunicar ideas complejas con poderosas imágenes visuales. Pero, a la vez, él también pareciera fallar a la hora de ordenar esas piezas en una historia singular y convincente.
Y es que con CHAPPiE ya son tres filmes en los que Blomkamp usa la misma plantilla narrativa para discutir sus grandes ideas y temáticas. De esta forma, como Distrito 9 y Elysium, CHAPPiE se desarrolla en un futuro política, social y económicamente sombrío en el que un protagonista inusual se encuentra dividido entre múltiples intereses moralmente ambiguos, todos los cuales luchan por el control de una nueva forma de tecnología, y en el que la trama se resuelve con un tiroteo instigado por un villano, quien, literalmente es el Diablo encarnado.
CHAPPiE nos pone de vuelta en un Johannesburgo infestado por el crimen, y en el que las actividades de mantener el orden público han sido delegadas a una fuerza policial robótica compuesta de drones semiautónomos llamados ‘exploradores’. El creador/desarrollador de los exploradores, Deon Wilson (Dev Patel), ve en estos robots un paso hacia su sueño de crear la primera inteligencia artificial, pero su jefa, Michelle Bradley (Sigourney Weaver), le ha negado hacer esto usando el dinero y recursos de la empresa.
Así, él opta por instalar su software en la mente de un explorador dañado, al que luego bautiza como Chappie (Sharlto Copley). El problema es que poco después de dar vida a este robot, ambos resultan secuestrados por Ninja y Yolandi Visser, quienes reconocen que Chappie podría ser muy útil para sus actividades criminales. Muy pronto, el ingeniero y los gangsters terminan envueltos en lo que bien podría entenderse como un extraño acuerdo de custodia compartida sobre el robot, quien tiene la mentalidad de un pequeño niño, dado que su conciencia y parámetros operativos y éticos son efectivamente ‘tabula rasa’.
Pues sí, esa es la gran idea de CHAPPiE: la programación de un robot como una metáfora de diferentes estilos de crianza. Deon quiere que Chappie aprenda sobre pacificismo y explore su lado creativo para probar los alcances de su inteligencia artificial; mientras tanto, Ninja quiere enseñarle a ser ‘un hombre’ (entendiéndase: un cretino machista, como el mismo Ninja) de forma que pueda utilizarlo para sus actividades criminales (que a grandes rasgos se equipara con “traer el pan a la casa” y todas las connotaciones de una familia patriarcal que eso implica); por su parte, Visser incentiva a que Chappie encuentre sus fines y deseos de forma individual.
Eso sí, todo lo anterior resulta complicado por la presencia de Vincent Moore (Hugh Jackman), un programador rival, quien está frustrado de que los ‘exploradores’ limiten el presupuesto disponible para el desarrollo de su masivo robot policía, el cual – a diferencia de los Exploradores – es piloteado por personas y no por una inteligencia artificial. Y bueno, si ustedes ya han visto otros filmes de Blomkamp probablemente ya tienen una idea básica de cuál es la función de este personaje y cuál es la dirección del relato. Pero mientras llegamos ahí, el filme sí termina tirando un par de grandes ideas propias de un filme ciencia ficción, que si bien interesantes, no son exploradas de forma efectiva.
Seamos claros, Chappie y CHAPPiE son inseparables en términos evaluativos: si ustedes no se encariñan de Chappie – nuestro híbrido robótico entre güila, cachorro y terminator, entonces CHAPPiE – la película – resultará ser cansona e irritante. Pero, si encuentran esta nueva creación de Blomkamp agradable – y si sus lloriqueos asustadizos, impaciencia e ingenuidad infantil les derrite el corazón en lugar de darles incentivos para golpearlo – ustedes terminarán excusando muchas de las fallas en el resto de la cinta, las cuales, siendo justo, son muchísimas.
En lo personal, yo soy soy y siempre he sido blanco fácil para personajes como éste, que metafóricamente son como perros grandes, tontones, pero sobre todo, muy, pero muy leales. Así, con todas sus asperezas, CHAPPiE, la película, y Chappie, el personaje, me alcanzaron emocionalmente. Puesto llanamente, la película me gustó, aunque reconozco sus considerables fallas.
Quizás el pecado más grande de CHAPPiE, es la aparente incapacidad de Blomkamp de ser económico con la presentación de sus grandes ideas en el filme. Aquí se pudo hacer toda una película sobre al confrontación ética entre los robots piloteados por humanos y los robots con inteligencia artificial; sobre el complejo de Dios de Deon; sobre la rápida aceptación de Ninja y Visser de Chappie como hijo; o sobre la difícil inducción de Chappie a la situación de pobreza extrema y violencia urbana en Sudáfrica. Pero, pareciera que la cinta tiene a todas estas temáticas peleando por espacio, lo que hace que ninguna sea realmente explorado a profundidad, y que la sutileza dramática sea la primera víctima de la confrontación.
La segunda víctima es la falta de sentido o motivaciones claras para el villano interpretado por Jackman. Su función en la cinta es mirar con recelo a los demás personajes, como si esperara una oportunidad de volverse un villano despiadado para así proveer a ‘los buenos’ de una situación para probar su valía y completar sus respectivos arcos narrativos. Quizás con un poquito más de espacio este personaje pudo haber sido más efectivo; pero, como se ve, pareciera que sus escenas han sido cortadas al punto de convertirlo en un collage de personalidades, que juntos equivalen a la encarnación del mal.
Así, no es sólo que este personaje sea un neandertal que duda de la inteligencia artificial, sino que intimida constantemente a Deon en el trabajo, es un religioso empedernido y un odioso ex-militar – lo que en el universo de Blomkamp significa que es, básicamente, un psicópata amoral. Si esto no es suficiente para probar que él es Satanás en persona, su primer encuentro con Chappie involucra secuestrarlo y cortarlo en pedazos en la parte de atrás de un camión, tras lo cual el robot lo bautiza como “el hombre malo de la camioneta”.
Aparte de estos problemas, vale destacar que Ninja y Visser (quienes en realidad son dos famosos raperos sudafricanos) son, a la vez, actores bastante malos. Y esto se nota, a pesar de que aquí interpretan una versión alternativa de sí mismos. Adicionalmente, me parece que ciertas decisiones de diseño artístico de CHAPPiE se sienten un poco derivativas de material ya existente. El diseño de Chappie es demasiado reminiscente del de los personajes de Appleseed, un manga de Masamune Shirow (del cual Blomkamp ha reconocido que es fanático); el diseño de MOOSE (el robot de Jackman) es peligrosamente similar al de ED-209 de Robocop (1987); esto sin contar que el personaje de Patel pareciera haber sido sacado de Short Circuit (1986) y Big Hero 6 (2014).
Mi conclusión: CHAPPiE es un filme ambicioso y creado con una pasión genuina, pero, también es una obra repleta de profundos y notables defectos. Es un trabajo audaz en el que casi todo elemento temático y estético ha sido llevado al extremo, con lo que se apunta algunos triunfos, pero también, innumerables fracasos. Narrativamente, CHAPPiE es un absoluto despelote, pero un despelote que acarrea una energía encomiable y de corazón sincero, al menos en las partes que me llegaron emocionalmente. Como el reciente filme de otros cineastas visionarios, El Destino de Júpiter, CHAPPiE es un sinsentido que aspira a más, pero que falla desastrosamente en el proceso.
4/10 – Inferior
Dirección: Neill Blomkamp. Guión: Neill Blomkamp y Terri Tatchell. Fotografía: Trent Opaloch. Edición: Julian Clarke. Actuación: Sharlto Copley, Dev Patel, Watkin Tudor Jones (Ninja), Yolandi Visser, José Pablo Cantillo, Sigourney Weaver y Hugh Jackman. Distribución: Columbia Pictures. País: Estados Unidos. Duración: 120 minutos.