El objetivo de la ciencia ficción no es predecir el futuro, sino que exponer críticamente nuestro presente y pasado, para ofrecer una advertencia sobre nuestro futuro. Snowpiercer, filme del director surcoreano Bong Joon-ho, es ciencia ficción de la más incisiva, pues, utilizando la trillada historia del thriller post-apocalíptico (e.g.: Juegos del Hambre, Maze Runner, Oblivion, Guerra Mundial Z, The Host, etc.), construye una ácida alegoría de narrativas contemporáneas sobre la desigualdad económica y la lucha de clases, mientras enseña cómo ese conflicto permea todos los aspectos de la vida cotidiana, más allá de las condiciones materiales de explotados y explotadores. De paso, Snowpiercer también ofrece una excelente cinta de acción, alrededor de un mundo interesante y repleto de personajes convincentes. Si bien es cierto que sus conclusiones políticas resultan ser débiles (para mí), este es uno de esos filmes por los que comencé este blog; entretenido, pero profundo; ejecutado con maestría e inteligencia; e indudablemente, uno de los mejores del año pasado.

La historia de Snowpiercer comienza en 2014. La humanidad ha producido un químico experimental para revertir los efectos del cambio climático. Pero, el experimento falla castróficamente, lanzando a la Tierra a una nueva era de hielo, haciéndola inhabitable y matando a casi toda la población humana. Los únicos sobrevivientes de esta calamidad son los pasajeros del Snowpiercer, un gigantesco tren futurista que cuenta con una locomotora capaz de generar energía, comida, agua y bienes materiales como para hacerlo autosuficiente de forma indefinida. Diecisiete años después, este tren se ha convertido en un microcosmo social en el que los pasajeros pobres, limitados a la parte trasera del tren, viven en condiciones miserables y bajo la tiranía de los pasajeros ricos, quienes ocupan los lujosos vagones delanteros. Curtis (Chris Evans) organiza a los demás pasajeros pobres en una revuelta para tomar control del tren, pero mientras avanza hacia la locomotora, él comienza a descubrir los sacrificios requeridos para lograr su cometido y las revelaciones más oscuras de este asimétrico orden social.

La cinta es guiada por un misterio central al que ningún personaje hace referencia: ¿por qué razón es que la élite que controla el tren ha decidido dejar a los pasajeros pobres vivir? Ellos se mantienen aislados en la parte trasera y sólo unos pocos de ellos trabajan. A esto la cinta adiciona otro misterio relacionado con la selección y reclutamiento forzado de algunos niños pobres, que son llevados por la élite al frente del tren, sin explicar el propósito exacto. Ambos misterios se resuelven en el curso de la cinta, y créanme, la revelación vale la espera, no sólo por su magnitud y mordacidad, sino que por la confianza que la cinta gana a medida que la rebelión avanza.

Como película de acción y ciencia ficción, Snowpiercer es sencillamente perfecta. Una razón tiene que ver con el excelente trabajo de cámaras, fotografía y efectos visuales. Aunque hablamos de un tren largo y delgado, las escenas de combate que se desarrollan en cada vagón son diferentes, tanto en tono como en estilo. Unas son escaramuzas caóticas y brutales, otras son combates estilizados en cámara lenta, una particularmente espectacular, involucra personas peleando en total oscuridad y con el uso selectivo de visión nocturna. En todos los casos, la cinta hace ver épico lo que en esencia es un brutal y sanguinario combate en espacios cerrados.

Otra razón es el ingenioso balance entre el guión y las actuaciones. Si bien es cierto que la cinta tiende a dibujar a la gente pobre como ‘los buenos’ y a la gente rica como ‘los malos’, Snowpiercer no desarrolla una revolución ‘en abstracto’. Éstas son personas con vidas que van más allá de sus roles políticos, por lo que, tanto sus vidas, como sus muertes, tienen significado. Chris Evans presenta a Curtis como un ser complejo y lleno de matices. Song Kang-ho (Namgoong) y Ko Ah-sung (Yona) son los contrapuntos de Evans, proveyendo una yuxtaposición bastante humorosa en el contexto de las horribles circunstancias. El legendario John Hurt (Gilliam) da a la cinta un necesario gravitas como el mentor de Curtis, mientras que Jamie Bell (Edgar) y Octavia Spencer (Tanya) ofrecen excelentes personajes secundarios con los que desarrollamos un afecto casi inmediato. En el lado de los villanos, Tilda Swinton interpreta genialmente a Mason, una burócrata encargada de administrar lo que sucede en el vagón trasero. En sus severos discursos sobre la jerarquía ‘natural’ de esta sociedad en minatura, ella aparece casi como una versión hilarantemente sociópata de Margaret Thatcher.

Sin desdeñar las otras razones, creo que el punto más alto de Snowpiercer es su historia. El guión – escrito por Bong y Kelly Masterson y basado en Le Transperceneige (una novela gráfica francesa) – compartamentaliza figurativa y literalmente un mundo muy convincente definido por la lucha de clases. La cinta avanza lentamente, revelando las facetas de los revolucionarios y del régimen que buscan derrocar, a medida que avanzan hacia la parte frontal del tren. Cada nuevo vagón revela una nueva parte de la historia, la cual se apoya en una fotografía y una producción visual y estética que colabora en nuestro entendimiento de este mundo.

Las temáticas a las que hace referencia Snowpiercer son más de las que puedo atender aquí. Creo que basta con decir que, para mí, esta es una de las películas más políticas de fechas recientes, y digo política en el sentido más platónico del término, dada la centralidad en el filme de la discusión sobre cuál debería ser la mejor forma de organización social para esta pequeña politeia. En este marco, Snowpiercer presenta el debate entre un régimen elitista, como parábola de un sistema ultraconservador y malthusiano, donde la supervivencia de la sociedad depende de la manipulación política y en un intenso y violento control de la población pobre; una fuerza revolucionaria que cuestiona esta demagogia elitista con acusaciones sobre la negligencia de la élite hacia los miembros menos afortunados y un llamado hacia el derrocamiento de los plutócratas que controlan el sistema; y un componente anarquista (en el sentido más rousseauniano) que cuestiona los beneficios de la vida en sociedad y que sugiere su demolición como la única salida. Con todo esto, no es inesperado que el elenco de Bong sea multiétnico, pues pareciera que él no está hablando de la situación de un país determinado, sino que de la inequidad que plaga al mundo entero.

Claro está, el final es mucho más matizado y relevante de lo que estoy haciéndolo ver, razón por la cual de ahora en adelante voy a revelarlo, por lo que sugiero que quienes no hayan visto la película, la vean antes de leer lo que resta de esta crítica.

La alegoría del filme es casi propia de Karl Polanyi. Verán, el tren constituye un ecosistema cerrado y supuestamente autorregulado, dentro del cual la violencia de los vagones traseros es un componente crucial. Wilford (Ed Harris), líder indiscutible y casi divino del tren, argumenta que Curtis y su rebelión son parte del proceso que garantiza el balance de este asimétrico sistema. Así, Snowpiercer subvierte la posibilidad de una reforma social para hacer más justo al sistema; todo lo contrario, la rebelión de Curtis es parte del proceso hacia el establecimiento de una nueva élite. Es decir, estos ciclos y contraciclos de opresión y rebelión constitutyen la forma en que la locomotora es defendida y perpetuada en el centro de la organización de la vida de sus pasajeros. Así, la locomotora – que bien podríamos equiparar con el capitalismo, la cultura occidental, el mercado, (espacio en blanco para cualquier otro mal que se les ocurra), etc. – se convierte en una máquina que se autoperpetúa y convierte en algo más relevante que los individuos a los que debería servir, un fin en sí mismo y no un medio para potenciar una mejor condición humana.

En este contexto, Namgoong (Song Kang-ho) emerge como el verdadero héroe de la cinta. Si bien Curtis es quien busca tomar control del sistema, Namgoong es áquel que ve el ciclo en toda su expresión, el individuo que busca salirse del sistema y que, de alguna forma, lo logra. Así, la conclusión de Snowpiercer suena como la de muchos otros activistas radicales: uno no puede aspirar a cambiar el sistema, el único camino viable de cambio social es demolerlo y empezar de cero. La cinta demuestra esto cuando Namgoong detona la locomotora y los únicos sobrevientes del choque subsecuente son su hija y un muchacho, quienes, al ver un oso polar afuera, descubren que sí es posible iniciar un nuevo mundo en el gélido exterior, sin necesidad de la locomotora. Esta es una visión muy optimista de la revolución social, que quizás, por mi propia identidad política, no comparto… para mí, ese oso se los comió a ambos durante los créditos. Con eso dicho, adoro la idea de que una cinta de acción de alto presupuesto sea tan provocativa y que tenga los bríos de ensalzar ideas políticas radicales en un ambiente en que pareciera dominar la aceptación del status quo, y que resulta empobrecido política y democráticamente por ello.

Mi conclusión: Snowpiercer es una película de ciencia ficción que reta, en un paisaje de películas de ciencia ficción que han abandonado cualquier intención de retarnos. Star Trek Into Darkness, Prometheus, Transcendence, todos son filmes de ciencia ficción que han decidido apostar por el entretenimiento, a costas de una discusión seria o significativa de la realidad que dicen reflejar. Pero con este filme, Bong Joon-ho nos obliga a mirarnos más profundamente, a través de un filme que es duro, pero justo, y que describe un mundo que es frío, cruel y oscuro, pero a la vez repleto de personajes que acarrean la brillante voluntad de cambiarlo y mejorarlo… un mundo como el nuestro.

Mi recomendación: esta película no ha llegado a Costa Rica, y quién sabe si alguna vez lo hará, dada la forma en que se ha sido distribuida en otras partes. En cualquier caso, ya ha salido a DVD y Bluray por lo que seguro está disponible para alquilar, está en Netflix para aquellos que tienen acceso, y para quienes no, estoy seguro que la pueden encontrar por otros medios (guiño, guiño y me toco la nariz…). ¡Vayan a verla!

9/10 – Excelente

Dirección: Bong Joon-ho. Guión: Bong Joon-ho y Kelly Masterson (basado en la novela gráfica “Le Transperceneige” de Jacques Lob, Benjamin Legrand y Jean-Marc Rochette) . Fotografía: Hong Kyung-pyo. Edición: Steve M. Choe y Changju Kim. Actuación: Chris Evans, Song Kang-ho, Tilda Swinton, Jamie Bell, Octavia Spencer, John Hurt y Ed Harris. Distribución: RADiUS-TWC y CJ Entertainment. País: Corea del Sur. Duración: 126 minutos.