American Primeval es una serie de Netflix que toma lugar a mediados del siglo XIX en lo que hoy es el estado de Utah en Estados Unidos, y en esos tiempos era parte de la frontera de expansión de ese país hacia el Oeste. Puntualmente, sigue a un grupo de personajes que quedan atrapados en una espiral de violencia desencadenada por un ataque brutal a un grupo de colonos que realmente sucedió: la Masacre de Mountain Meadows de 1857. En la serie, este evento cambia la vida de todos los personajes y funciona como eje narrativo para explorar una constelación de conflictos superpuestos entre colonos, migrantes blancos, buscadores de fortuna, fanáticos religiosos, soldados y milicias no estatales. Mediante el relato, la serie reconstruye y actualiza uno de los mitos fundacionales más importantes de Estados Unidos.

Aunque la premisa es sugerente, American Primeval no ofrece una lectura crítica o renovada del western clásico, menos aún de las tensiones raciales, de clase o género que lo atraviesan o a la sociedad estadounidense como un todo. Al contrario, se inscribe en la versión clásica del género y termina funcionando como una defensa explícita – aunque estéticamente refrescada – del Destino Manifiesto. Esencialmente es un western tradicional, como los de los 1960, solo que filmado en 2025… y abusando del ángulo holandés. De algún modo, me recuerda más a Battlefield Earth que a una revisión crítica del género, y eso, claramente, es una pésima señal.
Para entender por qué, conviene detenerse un momento en el evento histórico que articula el relato.
¿Qué fue la Masacre de Mountain Meadows?
Durante buena parte del siglo XIX, la comunidad mormona fue perseguida en distintas pares de Estados Unidos debido a sus creencias religiosas. En 1847, una facción importante decidió migrar hacia los territorios recién conquistados de lo que hoy es Utah, asentándose más precisamente en el Valle del Lago Salado. Se trataba de una región bastante remota y alejada del poder estatal de Estados Unidos, cosa que les permitió establecer una estructura político-religiosa con muchísima autonomía
En el transcurso de la siguiente década, los mormones consolidaron su poder: eligieron a uno de sus líderes – Brigham Young – como gobernador formal del territorio, organizaron una milicia propia para hacer cumplir la ley y atrajeron a más feligreses con la aspiración de constituir el territorio de Utah como un estado formal de la Unión. Naturalmente, esto no pasó desapercibido para el gobierno federal. En 1857, el presidente James Buchanan ya harto de las andadas de Young envió tropas del ejército federal para destituirlo, nombrar un gobernador no mormón y reforzar la autoridad federal sobre la frontera. Esto derivó en la llamada “Guerra de Utah”, un conflicto de un año entre el ejército gringo y las milicias mormonas, caracterizado no por grandes batallas, sino por escaramuzas, sabotaje y desgaste.
En este contexto, Utah todavía era una zona de tránsito para la migración blanca rumbo al Oeste, la cual coexistía en un territorio lleno de múltiples pueblos indígenas, algunos envueltos en relaciones de cooperación con los mormones, soldados o colonos, y otros más aislados y tensionados con los demás grupos, constituyendo un espacio tensionado por cambios mayúsculos que sucedían en la época.
La Masacre de Mountain Meadows ocurrió en este escenario. El 7 de setiembre de 1857 una caravana de colonos blancos que emigraban a California fue interceptada por milicias mormonas, con el apoyo limitado de algunos indígenas paiute. Los viajeros resistieron el primer embate, derivando en un asedio de cinco días que culminó con la muerte de entre 120 y 140 personas, cuyos cadáveres fueron dejados a la intemperie. Aunque el evento se vio alimentado por la paranoia general que imperaba antes de la Guerra de Utah, no estuvo directamente vinculado a este conflicto y ha sido considerado un acto aislado pues ocurrió muy lejos del centro de poder mormón en Salt Lake City, no fue sancionado por el liderazgo mormón y no fue parte de una campaña de violencia organizada.
Distorsionando la historia…
Aunque Primeval usa esta coyuntura como el detonante de su propio relato, su representación de los hechos es deficiente en el mejor de los casos. La Masacre de Mountain Meadows se presenta erróneamente como un evento coordinado y sancionado por las autoridades mormonas en el marco de un plan para controlar varios fuertes en puntos clave del territorio. La serie incluso sugiere que Brigham Young, ordenó directamente la masacre, afirmación que es totalmente falsa. El evento mismo se presenta como el resultado de una tarde de violencia y no como la confrontación prolongada que realmente pasó. La asignación de responsabilidades judiciales también está distorsionada, pues los responsables no fueron juzgados sino hasta veinte años después.
La pregunta, entonces, es por qué. ¿Por qué falsear hechos tan adecuadamente registrados? La respuesta parece residir en el objetivo político de la serie: presentar a la “frontera estadounidense” como un espacio caótico, violento y fuera de control.
Es cierto que existía expectativa generalizada de violencia entre las poblaciones blancas e indígenas en la víspera de la Guerra de Utah y que la Masacre de Mountain Meadows contribuyó a aumentar ese clima de tensión. Sin embargo, no por ello podemos afirmar que el territorio de Utah vivía un nivel de anarquía violenta como la que se presenta en la serie. Al contrario, American Primeval se esfuerza sistemáticamente por representar este lugar como definido por un estado de naturaleza hobbesiano de guerra todos contra todos.
Un ejemplo claro es la centralidad que adquieren en la serie los supuestos enfrentamientos armados entre milicias mormonas y grupos indígenas, culminando en una muy destructiva batalla a campo abierto. Históricamente, eso no pasó. Lejos de fomentar el conflicto, Young y los mormones activamente buscaron evitar enfrentamientos con las poblaciones indígenas locales y en varias ocasiones hubo cooperación abierta. Del mismo modo, la representación de las poblaciones indígenas como divididas en bandos enemigos que pelean entre sí no tiene sustento histórico. Cuando algunos grupos – como los paiutes – participaron en actos de violencia, su involucramiento fue limitado y, en muchos casos, inducido o instrumentalizado. Al contrario, las guerras sistemáticas contra los pueblos indígenas en Utah no llegarían sino hasta las décadas de 1860 y 1870 tras la intervención directa del ejército federal estadounidense.
American Primeval y el Destino Manifiesto
Para entender esta representación distorsionada de la historia de la frontera hay que referirse al mito fundacional que American Primeval quiere reproducir: el Destino Manifiesto. Este es un imaginario geopolítico del siglo XIX que presenta la expansión territorial de Estados Unidos como un derecho divino con connotaciones civilizatorias, es decir, como un proceso que no sólo es providencial, sino que necesario para la constitución de la civilización occidental.
Siguiendo a Frederick Jackson Turner, la frontera es el núcleo ideológico del Destino Manifiesto porque cumple tres funciones clave: explicar, justificar y normalizar la expansión geopolítica estadounidense. La frontera no es simplemente un espacio geográfico, sino que un espacio imaginado que sirve como dispositivo político y moral. En primer lugar, la frontera se presenta como un territorio providencial que debe ser ocupado, y que, en el imaginario del Destino Manifiesto, se presenta como subutilizado y esperando al pueblo anglosajón para darle sentido y propósito. Puesto de otro modo, es un espacio de grandes oportunidades económicas que motivan a colonos blancos industriosos a colonizar. Esto, pueden imaginarse, también funciona como una estrategia de borramiento y minimización de las gentes que ya ocupaban ese espacio (e.g.: indígenas, mexicanos, afrodescendientes y mestizos); y que construye al territorio como “terra nullis”, un espacio sin dueño legítimo y maduro para la conquista.
Segundo y como correlato racializado de lo anterior, la frontera también es un mecanismo moral en que la lucha central se define entre los actores civilizados (e.g.: la población anglosajona, protestantes, usos agroindustriales y modernos) y la “barbarie” (e.g.: poblaciones indígenas, mexicanas, comunidades de creencias alternativas como los mormones, bandoleros y migrantes pobres). Esta construcción sigue esta lógica pues la idea que se comunica es que la llegada de las instituciones civilizatorias occidentales – como el ejército y el gobierno federal – auspician un acto de purificación y mejora moral, de perfeccionamiento del mundo y de redención de los elementos antimodernos mediante la violencia política.
De este modo, tercero, la liberación de la frontera equivale a la fabricación misma del Estado. En la tesis de Turner, es en la frontera estadounidense donde se forja el carácter nacional estadounidense: individuos heroicos y autosuficientes que logran establecer las instituciones políticas que domestican el caos fronterizo y las leyes que llenan el vacío de autoridad. Este es precisamente el núcleo ideológico de American Primeval. Al representar la frontera como un espacio de violencia descontrolada, la serie sugiere que la única solución posible es la intervención estatal. No es casual, entonces, que los únicos personajes retratados de forma consistentemente positiva sean los soldados federales, presentados como las fuerzas del orden que luchan noblemente contra este caos.
Un western clásico para el presente
American Primeval es, en última instancia, una oda al Destino Manifiesto. La serie distorsiona deliberadamente la Masacre de Mountain Meadows, la inserta en una ola de violencia supuestamente generalizada y atemporal, exagera los conflictos entre indígenas y poblaciones blancas, y luego falsea otro centenar de detalles importantes. Se hace todo esto con la intención de presentar al territorio de Utah en 1857 como una frontera caótica, violenta y peligrosa, cuya única redención posible proviene de la intervención del Estado y el ejército estadounidense.
En el proceso, la serie oculta y ofusca una verdad fundamental: gran parte de la violencia que retrata no fue producto de las territorialidades mormonas o indígenas, sino consecuencia directa de la intervención federal y el despojo sistemático que esta desencadenó. En efecto, lejos de traer orden fue el Estado federal el que introdujo la violencia caótica que la serie describe; en este caso en la forma de las múltiples guerras del Estado estadounidense contra las poblaciones indígenas que últimamente derivaron en el despojo de sus tierras. Aunque American Primeval no celebra explícitamente este despojo, sí parece asumirlo como un mal necesario para la expansión natural y civilizatoria de Estados Unidos y su conquista del caos fronterizo.
¿Qué nos deja American Primeval en 2025? Si algo nos enseña el hecho de que el western quizás sea el género fílmico más duradero en la historia del cine gringo, es que el Mito de la Frontera de Jackson Turner está lejos de ser superado. Al contrario, se trata de un recurso político contemporáneo que siempre regresa en momentos de crisis nacional, alta polarización, extremismo y en que la atención pública se dirige a hablar de territorio, migraciones, choques de cultura y violencia política. Y, sin duda, American Primeval es un producto de una coyuntura convulsa de este tipo.
La serie expresa una nostalgia por un pasado imaginado en el que la violencia masculina, autoritaria y moralmente segura parecía ser capaz de restaurar el orden. Al mismo tiempo, construye un enemigo difuso y omnipresente: caravanas desconocidas, grupos racializados e hiperbólicamente violentos, milicias religiosas, poblaciones errantes. Todo ello remite a ansiedades contemporáneas sobre la migración, el terrorismo interno, fronteras porosas y amenazas difusas.
Pese a sus contradicciones, el mensaje central de American Primeval retoma dos ideas clásicas del western de los 1960: la legitimación del protector viril (el cowboy) que convierte la violencia individual en legítima y, segundo y más importante, la defensa del Estado como una institución imperfecta pero indispensable para organizar el territorio y proteger a la población. En ese sentido, más que una revisión crítica del pasado, la serie funciona como una reafirmación inquietante del viejo mito del Destino Manifiesto para un presente convulso.